Una cálida noche en tu corazón
- Kyon Andres
- 19 ene 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 dic 2024

La noche estaba iluminada como nunca antes en años. La luna parecía haber desprendido toda su luz y belleza, bañando el mundo con un resplandor casi mágico. Los vientos soplaban delicadamente, jugueteando con una larga cabellera castaña de una chica de ojos claros. Sentada en una banca del parque, ella sostenía un papel entre sus manos.
Avancé lentamente, inseguro, mientras cruzaba la calle. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi que dudaba si realmente sería ella. Miré a ambos lados antes de cruzar; no había autos, solo silencio. Llegué hasta la banca donde ella me esperaba.
—Me alegro de que hayas venido —murmuré, como si aún no pudiera creer que realmente estuviera ahí, frente a mí. Era como un sueño del que no quería despertar.
—Lo dudé por un momento —respondió con serenidad—. Pero tus palabras de amor me hicieron venir hasta aquí. —Se apartó el mechón de cabello que adornaba su rostro y me miró fijamente.
—Gracias. —Con manos temblorosas, le ofrecí una flor que había comprado poco antes con todo el cariño del mundo.
—Es hermosa —dijo mientras la aceptaba, acercándola a su rostro para percibir su delicado aroma.
—Tengo algo muy importante que decirte —me apresuré a hablar, como si una fuerza interior me empujara a confesarlo de inmediato.
—Es sobre aquel día, ¿verdad? —dijo, adivinando mis intenciones.
En un colegio mixto de la ciudad, durante un receso, tres chicas conversaban animadamente, bromeando entre ellas. A lo lejos, tres chicos las observaban con atención.
—Vamos —me animaron mis amigos mientras se alejaban hacia otro lugar, dejando a Carolina sola. Decidí tomar valor y me acerqué.
—Hola —saludé, sintiendo mi corazón latir con fuerza.
—¿Qué tal? —respondió ella, de manera seca pero no desinteresada.
—Tengo que confesarte algo —dije mientras sacaba una carta que había escrito con todo mi corazón.
—¿Qué es esto? —preguntó, tomando la carta entre sus manos.
—Solo léela… y lo sabrás —murmuré, alejándome antes de que pudiera decir algo más.
—Así es —respondí, sintiendo cómo el valor me abandonaba nuevamente.
—¿Estás enamorado de mí? ¿Es eso? —preguntó, clavando sus ojos en los míos.
—Sí. —Respiré hondo antes de continuar—. Estoy enamorado de ti, Carolina. Tus acciones, tu risa, tu manera de ver el mundo… eres la chica más maravillosa que he conocido en mi vida. Nunca he sentido esto por nadie.
—Si hay algo que me encanta de ti es que jamás buscas lastimar a nadie, incluso si eso significa herirte a ti mismo. —Sonrió mientras tomaba mi mano, provocando que mis nervios se dispararan.
No sabía qué decir, me quedé mudo, contemplándola con ternura.
—Tú también me gustas, pero… —dijo levantándose de la banca y soltando mi mano.
—¿Qué sucede? —pregunté, levantándome tras ella.
—Hay algo que debes saber. —Sacó un papel arrugado y me lo extendió.
Tomé el papel con cuidado y lo leí:
Carolina, mi amor. Me voy. El destino me lleva de este mundo en un viaje sin retorno, a un lugar donde nunca regresaré. Me voy cumpliendo mi promesa de nunca enamorarme de alguien durante el día, para llevar mi juramento a la noche. No te atormentes. Después de un tiempo, retoma tu vida y olvídame, como los árboles olvidan a sus hojas.
Cuando terminé de leer, vi que las lágrimas corrían por sus mejillas.
—¿Lo entiendes? —dijo entre sollozos—. No puedo amarte, aunque lo desee con todo mi corazón. Solo han pasado dos años desde aquella tragedia… debo esperar
—Entonces… —dije mientras ella me miraba, esperando que me enojara y me marchara—. Esperaré. Contaré los días, las horas, si es necesario.
Me di la vuelta y comencé a caminar hacia la calle. A mis espaldas, una luz intensa iluminó el lugar. Cuando volteé, ella ya no estaba.
Ahora, tres años después, estoy sentado en la misma banca, esperando que mi amada regrese bajo otro rayo de luz. Las horas pasan, los rostros se mezclan en mi mente, y finalmente la veo aparecer.
—No puedo estar contigo —dijo suavemente, aunque su voz contenía el peso de la tristeza—. Te amo, pero sigo ligada a este amor muerto. Quizás algún día encuentre la voluntad para liberarme de él… pero hoy no puedo.
Se dio la vuelta y se marchó, dejándome con la promesa rota y un amor eterno que tal vez nunca tendría respuesta.
Hoy que te vas no tengo que decir
Aunque yo te quiera retener
Ya no hay nada que yo haga por ti
Sé que el destino es igualito a ti
Porque cuando te enseñaba a amar
Sin pensarlo te marchas de mí
Y aunque puse de mi parte para amarte
No te importa que yo muera de recuerdos
Muy difícil para mí, el acostumbrarme
Olvidarme de tus besos yo no puedo
Imposible, pero ya llegó el momento
No puedo seguir luchando contra el viento
Da tristeza que te vayas sin amarme
Da vergüenza decir que fui un pasatiempo
De tu amor
Disclaimer: Hay tristeza en mí
Canción de Luis Mateus y La Nueva Generación
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