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Recuerdos de Sangre - Capítulo 2: El inicio del plan

  • Foto del escritor: Kyon Andres
    Kyon Andres
  • 25 feb 2018
  • 5 Min. de lectura

Ecuador


La noche y fuerza de St. Lugosi era conocida en las culturas mitológicas como la noche en que los vampiros podían obtener el máximo poder, es por ello que desde tiempos memorables estas hermosas criaturas añoraban gobernar todo el planeta y alimentarse de los humanos que sobrevivían a sus asechos.


Debajo de los grandes colosos de cemento y el ruido sin sentido, se encontraban escondidas y protegidas grandes construcciones y cuevas subterráneas. En los cinco continentes del planeta, únicamente doce países se encontraban las construcciones de cada uno de los principales imperios vampíricos.


En Ecuador se encontraba una de ellas, el imperio Pretestība, cuyo nombre traducido significaba resistencia. En esa ciudadela subterránea se ubica un líder vampiro que había sido convertido a los veintisiete años de edad, razón por la cual mantenía su belleza y juventud. Esperaba ansiosamente que pasaron las última cuarenta y ocho horas para que llegará la noche de St. Lugosi. Ese sería el momento adecuado y ansiado, para que se completara el plan de dominio.


La ciudadela se encontraba conformaba internamente por cien vampiros que se habían reunido de la costa Oeste de América; todos ellos se encontraban con deseos de probar toda la sangre que caminaba libremente en ese momento sobre sus propias cabezas. Sin embargo. Uno de los líderes del lugar, Arthur, sabía que nada evitaría la ejecución de su plan para la llegada del maestre, el vampiro más poderoso y antiguo de todos, convertido en el año 410ac, a la edad de diecinueve años, era probablemente el vampiro más joven, físicamente.


Sus imponentes cruzadas se desataron especialmente entre los años 720 a 1820. Era conocido como el vampiro más sangriento y cruel, las conversiones que realizó dentro de sus 1599 años de vida prácticamente eran escasas. Darick, uno de los vampiros de biblioteca, guardaba registros de su avance en la religión creada para ellos.


Existían tres conversiones del maestre desde sus inicios que Darick había registrado: La primera de ellas correspondí a Sofía, una hermosa joven del actual territorio ruso del siglo XV, convertido a la edad de veintiocho años de edad. Keanu, un egocéntrico historiador del año 2004 convertido en una lúgubre cueva de Rumania a la edad de veinticinco años, y por último la joven Karina, una científica canadiense atrapada en una noche a la tierna edad de veintidós años. Todos los vampiros sabían a la perfección que el maestre convertía únicamente a los que poseían una habilidad especial y esencial para el desarrollo de los planes en bienestar de todos los vampiros.


27 horas antes de St. Lugosi


Aquella noche en el imperio Pretestība se encontraba Arthur junto con Darick. Los ojos verdes del primero miraron al bibliotecario, vestía un pantalón oscuro de tela y una camisa negra, encima de este conjunto llevaba una gran capa de cuero de color negro. Su aspecto era bastante grotesco, incluso para una criatura subterránea.


—Falta poco para que la noche de St. Lugosi nos brinde el poder culminante para la ascensión de nuestra raza —declaró Darick sosteniendo en su mano izquierda un libro pequeño de páginas amarillas y olor enmohecido, era un vampiro de cabello negro y ojos celestes.


—Te doy la total razón en eso, estamos a veintisiete horas para que la humanidad llegué a su fin, sin que haya nadie que nos pueda detener— respondió de forma segura Arthur


Una figura se colocó junto a ellos, en su mano sostenía una copa de sangre. Su rostro perfilado le proveía una imagen de belleza completamente indescriptible. Sus ojos negros como la misma noche se posaron en los dos individuos, los cuales al verlo agacharon la cabeza en señal de respeto. Vestía un terno negro y una camisa blanca, sus labios se acercaron a la copa para disfrutar ese líquido vital, en cuestión de segundos lanzó la copa al suelo con furia, atrayendo la atención de todos los presentes.


—Maldición —gritó con furia—. Estoy harto de tomar sangre de los muertos, de atacar humanos que están en lugares alejados, no soporto la espera para St. Lugosi


—Gran maestre —intervino Arthur acercándose para calmarlo—. En pocas horas estará disfrutando la sangre de cada ser mortal que camine en estos momentos—


—Exactamente, quiero que todo esté preparado para ese momento. Todo el plan debe ser ejecutado en completa perfección— concluyó el maestre mientras se adentraba en las profundidades del imperio


14 horas antes de St. Lugosi


El desorden del cuarto se reflejaba por todos los rincones, en el suelo se encontraba acumulando polvo un conjunto de ropa, joyas, zapatos, incluso hojas de papel. Una chica buscaba con prisa y desesperación, sus aretes de oro con los que se luciría en el baile de año nuevo aquella noche.


La puerta de su dormitorio se abrió dando paso a un sujeto alto de cabello castaño oscuro, en silencio se acercó con su mano hacia su hombro, la joven profirió un grito tenaz que pareciera resonó sobre toda la tierra.


—No me asustes de esa manera Enrique —reclamó la chica recuperándose del sobresalto


—Vale, vale que no era mi intención —completó el joven—. Teresa ¿Vas a llamar a nuestros padres a Ecuador? —


—Creo que sí, pero será una vez llegue Año Nuevo, porque no quiero arruinarles la sorpresa— completó la joven con una sonrisa mirando un brillo en el suelo, sus aretes brillaban haciéndole parecer una tonta tras el tiempo perdido.


5 minutos antes de St. Lugosi


Un grupo de cinco chicos caminaban por una de las principales avenidas de la ciudad, una de las calles más más concurridas en las festividades de fin de año, el lugar daba acceso un gran edificio con cuenta regresiva para el nuevo año. A su alrededor los diversos restaurantes, bares, discotecas y demás locales de productos y servicios lucían sus mejores decoraciones para atraer a sus clientes. La noche más importante para aumentar la economía de la nación.


A las ocho de la noche, la gente caminaba con cuidado y precaución, debido a que era un momento perfecto para que la delincuencia realizara sus ataques. Entre el grupo se encontraban varios chicos y chicas, lucían sus mejores galas para recibir el nuevo año. Conversaban amenamente y reían ante los comentarios de uno de ellos. Entre los presentes estaba un sujeto de una altura promedio, ojos castaños oscuros y cabello negro corto.


—Vaya, este año debo decir que las decoraciones son excelentes —completó una de las jóvenes del grupo


—Tienes razón, todo está acorde a la exceptiva, aunque la gente que concurrió este año parece se ha duplicado, no hay por donde pasar —contempló un segundo chico con evidente molestia ante la situación


—Las personas por lo general salen a esta calle en la noche, es parte de la tradición de fin de año para nuestra ciudad —completó una chica de cabello negro


—¿Tienen señal en su celular? —preguntó uno de los chicos


—Claro que sí —contestó la primera joven constatando las cinco líneas de su señal celular—. ¿Te sucede algo, Marcos? Te noto más callado que de costumbre— dijo Jessica


—No, no es nada —respondió mirando a uno de sus amigos—. Solo tengo un mal presentimiento —pensó enseguida


—Según tengo entendido el grupo Caramelo Caliente se presentará en algunos minutos ¿vamos a ver? — sonrió la joven de cabello negro, en el instante que sus ojos brillaban de emoción


—No veo porque no…— decía Marcos


Un grito de una joven se apoderó del ambiente, la sangre de cada uno de los presentes se heló por unos minutos, cuando reaccionaron observaron a un sujeto que al parecer besaba el cuello de la chica que gritó. La mayoría pensaron que la chica solo se había sobresaltado, pero entonces pudieron observar el horror en el rostro del joven que acompañaba.


El misterioso joven levantó su cabeza. La chica caía al suelo con un color pálido en su rostro, todos estuvieron estupefactos. En ese momento vieron como de la mandíbula del joven escurría sangre, la misma que seguía su rastro en el cuello de la joven muerta.


—Parece que es hora de empezar —completó una voz, todos los presentes giraron sus cabezas ante la voz. Sin saberlo, presenciaban el rostro sádico del maestre.

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