Odraz
- Kyon Andres
- 2 dic 2024
- 2 Min. de lectura

Todo le parecía más vívido y lleno de vida a través de sus ojos grises. Su existencia se desplegaba ante ella como un lienzo trazado únicamente en escala de grises, un escenario monocromático que imploraba la irrupción del color. En lo más profundo de su ser, albergaba el anhelo de contemplar el mundo desde una perspectiva distinta, saturada de matices y tonalidades. No obstante, ese deseo se dibujaba más como un sueño inalcanzable que como una posible realidad.
Desde su ventana, observaba su habitación bañada en la misma uniformidad cromática, preguntándose cómo sería todo si pudiera alterar, aunque fuera mínimamente, su percepción del mundo. Con un gesto lento y cargado de resignación, negó con la cabeza, rechazando la idea de aceptar la realidad tal como se presentaba ante sus ojos. Anhelaba un cambio, una ruptura con la monotonía que incluso sus padres habían abrazado sin cuestionamientos, resignados a una vida desprovista de colores.
Estaba a punto de dejar que la frustración la llevara a arrojar un objeto al otro lado de la habitación, cuando su atención quedó atrapada por la figura de una joven de cabello castaño que caminaba por su habitación. La observó detenidamente, fascinada por la manera en que la ropa caía sobre su figura con una elegancia natural, cómo las joyas en su cuello capturaban la luz, y la vivacidad del maquillaje que adornaba su rostro.
Bajó la mirada hacia su mano derecha, donde sostenía un pequeño puñal, y una ola de calma invadió su cuerpo. Estaba decidida a actuar, convencida de que quería apropiarse de la vida colorida de la chica que observaba con tanta atención. Con el corazón latiendo con anticipación, se acercó al cristal, dispuesta a convertir su deseo en acción.
Al posar los dedos sobre la superficie del espejo, experimentó una sensación inusitada: la lisa estructura comenzó a ondular y distorsionarse de manera sobrenatural, un frío helado recorrió su piel. Estaba resuelta a arrastrar todo el color hacia su propio mundo, a usurpar esa existencia vibrante que tanto anhelaba. Esta vez, no permitiría que el espejo se interpusiera entre ella y un universo saturado de matices, donde la vida se desplegara en su plena y deslumbrante riqueza cromática.
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